Vamos a pensar en tres palabras que definen una relación sana. Desde mi experiencia como profesional y como Diana, te diría que son: confianza, libertad y seguridad.
Cuando trabajamos en esta línea de coherencia, estos tres elementos harán un efecto dominó en la relación con tu hij@ y serán la característica principal con la que él o ella se relacione contigo de por vida.
El asunto es…. ¿Cómo lograrlo?
Para fortalecer la relación es indispensable que, como figura referente en el crecimiento de tu hij@, la confianza esté presente. Cuando tenemos confianza y creemos en sus capacidades, el resultado que se obtiene es que logren todo aquello que se proponen.
Te pongo un ejemplo: cuando empiezan a dar sus primeros pasos para que caminen. En este caso, en la medida en que confíes y estés para él, seguro logrará mantenerse de pie, también está el escenario de que cada vez que va a dar un paso sentimos angustia, miedo y terror a que caiga y se lastime.
Te pregunto: ¿Qué sentirías tú, si cuando estás aprendiendo una habilidad nueva en el trabajo tu jefe desconfiara de ti cada vez que lo intentas? Pues eso mismo que sientes ahora, siente tu pequeño cuando no le das la confianza de que lo intente, de que puede aprender aun cuando su proceso sea largo o corto y que, si falla, seguramente estarás ahí para enseñar, consolar o corregir en cualquier escenario de su vida.
El siguiente elemento es la libertad. Educar en este valor significa hacerlos conscientes y coherentes con las decisiones que toman a diario y que estas traerán consecuencias.
Con esto nos preparamos para la etapa de adolescencia, en la que indudablemente tomamos decisiones que marcarán nuestra historia afectiva, emocional y relacional, así reforzaremos nuestro estilo de crianza.
En el momento de recompensar o aplicar consecuencias cuando educamos en libertad, los hacemos conscientes de que cuando tomamos decisiones, cuando incumplimos una regla o pasamos el límite, las consecuencias lógicas de sus decisiones se harán evidentes.
Te pongo un ejemplo en relación a los videojuegos. Cuando pactamos un límite de horas al día y se incumplen, la consecuencia es que al día siguiente no podrá jugar. Si aplicamos la consecuencia con firmeza, estaremos enseñando que toda decisión tiene una consecuencia y que es él quien elige, desde su libertad, si incumple o no la norma.
El tercer y último elemento, es la seguridad. Cuando nuestros hijos nos ven como el lugar seguro, hay una alta probabilidad de que aun cuando fallen, estén tristes o algo no les haga sentir bien, tengan la confianza de comunicarnos y hablarnos acerca de lo sucedido, y esto se convierte en un factor protector impresionante en la crianza.
Pensemos en un juego común que seguro jugaste: “CONGELADOS”. Consiste en que los niños se reúnen y seleccionan a una persona que estará «congelada«, es decir, sin poder moverse porque fue tocado por otro que era como el capitán o el encargado de congelar a alguien. Sin embargo, existe una zona segura a la que llamamos “base”, en la que no pueden ser congelados. Ahora piensa que esto eres tú para tu hij@. ¡Sí! ese lugar seguro en el que pueden descansar, pensar y reflexionar. ¿Eres esa base segura para tu hijo? Recuerda que la seguridad se refuerza cuando escuchamos atentamente lo que sienten.
Fortalecemos las relaciones en la medida en que los oídos de nuestro corazón están abiertos. Los invito a que escuchemos y corrijamos desde el amor.
Diana Aguirre
Psicología Clínica
Ms. en Psicología Clínica Infanto-juvenil
Ms. en Rehabilitación psicología en enfermedad mental grave