Todos hemos pasado por ese momento en que nuestra cabeza da vueltas y vueltas a una idea o situación determinada, pensando en cuál es la opción correcta para la toma de decisiones.
Pero más allá de parecer una acción simple, que en ocasiones parece automática, conlleva todo un proceso imperceptible, pues pensamos que lo que hemos elegido ha sido de forma voluntaria y consciente y no es así.
El cerebro es más complejo y dinámico de lo que parece. Sin duda, esta habilidad para la vida sigue el efecto dominó, no podría existir si no la antecede otra.
¿Son las emociones el combustible en la toma de decisiones?
Antonio Damasio, un famoso médico neurólogo de origen portugués galardonado con el premio príncipe de Asturias e investigador de la universidad de Iowa, nos trae una posible explicación denominada “hipótesis del marcador somático”.
El planteamiento es que cuando tomamos una decisión, nuestro cerebro analiza las experiencias vividas provocando reacciones somáticas en el organismo, logrando así desencadenar un estado emocional que podría estar asociado a consecuencias negativas o positivas, lo que provocará que hagamos una elección u otra.
Por tanto, el cerebro reacciona a la emoción experimentada y eso le permite tomar decisiones de forma eficaz.
Piensa un momento en la última decisión que tomaste esta semana, como hacer la compra o decidir entre tomar un café o un té, cosas simples; todos los días tomamos decisiones y bueno… Hay días especiales donde tomamos ¡grandes decisiones!
Ya que tienes la situación en mente, pregúntate y recuerda ¿cómo y por qué tomaste esa decisión? ¿qué emociones había en ese momento? Seguro que ahora que lo piensas solo tomaste la decisión sin siquiera tenerlo claro… Solo elegiste y ya, podríamos llamarlo por costumbre o porque algo nos dice que esa es la elección correcta, es decir por intuición. Pues en efecto, la intuición no es más que el famoso marcador somático, la intuición son señales inconscientes que nos impulsan a tomar o no una decisión.
Es por esto que no puede haber toma de decisiones sin emociones y además, sin conocimientos previos, es decir, la experiencia. Por esta razón, cuando eres adolescente se dificulta esta tarea, pues cuanto más joven seas más novato serás en elegir, ya que tienes que hacer comparaciones entre tus elecciones, y estas son menos precisas y acertadas. Dicha habilidad es denominada hipercognición (Gladwell, 2005).
No solo la intuición es el combustible al tomar una decisión o lo que te llevará a ejecutarla, solo es una parte.
Quizás te preguntas si realmente son solo las emociones las que nos ayudan a tomar una decisión y si acaso la razón no participa en el proceso.
Efectivamente, la razón es una de las fichas que hace completar el puzle, pues una vez el “marcador somático” o intuición ha producido su efecto, nuestra parte racional y consciente interviene y finaliza la acción. Es decir, tomar la decisión. Por eso tenemos la sensación de que todas las decisiones las tomamos de forma voluntaria, racional y totalmente consciente.
Teniendo en cuenta estos dos componentes esenciales, la intuición y la razón, como padre de un adolescente podrías aplicar algunas estrategias que te permitirán ayudar a diseñar formas de ayudarle a tomar decisiones ante situaciones de riesgo donde aprenda a dejarse llevar por el impulso de la intuición, es decir, gestionar sus emociones pero sobre todo a tomar la decisión con la razón, esto es, desarrollo del pensamiento crítico.
Las investigaciones realizadas por Ernst (2005), Eshel (2007) y Baird (2005), confirman que el córtex prefrontal nos ayuda en la tarea de evaluar riesgos en situaciones de peligro potencial.
Las funciones ejecutivas son habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de metas, el diseño de planes y programas, la autorregulación y la selección precisa de los comportamientos y las conductas para obtener resultados eficaces en la resolución de problemas, que llevan a tomar decisiones.
Ahora te preguntarás ¿cuáles son estas estrategias que nos permiten ayudarles a fortalecer las funciones ejecutivas?
Te proponemos cuatro estrategias que le permitirán a tu hijo tomar decisiones proporcionándole progresivamente espacios en los que puedan elegir e ir desarrollando esta habilidad para la vida. Recuerda que el hábito solo es posible en la medida que le damos la oportunidad para desarrollarlo.
Primera: felicítalo y dale ánimo cuando haya sorteado bien la decisión que tomó y sobre todo, respétala si se equivoca. Sé siempre el primero en animarlo y ayudarlo a enmendar su error o a aceptarlo: con esto contribuimos a que se desarrolle la capacidad de autonomía y autorregulación necesaria en la edad adulta.
Segunda: ayúdale a pensar y plantearse preguntas, por ejemplo: ¿Qué quieres conseguir? ¿Qué caminos tienes para llegar a eso? ¿Qué tiene de bueno y de malo cada opción?
Tercera estrategia y muy importante: es ser cautos en darle libertad, advirtiendo que sus elecciones tendrán consecuencias sea a corto o mediano plazo, pero que siempre se verán reflejadas en el camino. Ten cuidado con sentenciarlo, evítalo al máximo.
Cuarta y última estrategia: exígele la puesta en marcha de lo que haya decidido, esto para que aprenda a ser responsable de sus propias acciones. Por ejemplo, si decide que quiere un instrumento para la clase de música (por ejemplo: la guitarra) no se le comprarán dos instrumentos sino lo que realmente necesite, así podemos ver la posibilidad de que renuncie a otras opciones y logre mantenerse en la elección que ha hecho.
Enseñar como padres a tomar decisiones implica ayudarles a gestionar emociones y además a pensar críticamente. Cuando tu hijo adolescente toma decisiones, sentirá que es protagonista de su vida, además de participar activamente en esta, con lo cual le ayudarás a crecer en madurez personal.
Cuando eligen y asumen la pérdida para sí mismos de lo que no eligieron, es cuando se da uno cuenta de los pasos más importantes del crecimiento y si se equivoca también podrá aprender la inestimable lección de cómo lamentar decisiones pasadas, analizar y buscar la falla y extraer las oportunas conclusiones.
Por esto, no olvides que lo ideal es enseñarles a escuchar sus intuiciones y que aprendan a utilizarla junto con su racionalidad.
Psi. Diana Aguirre
Psicóloga Clínica
Magister en Psicología Clínica Infanto-juvenil
Máster en Rehabilitación psicosocial en enfermedad mental grave
diana.aguirre@cuerpoymente.com.co