(La terapia EMDR como alternativa de sanación)
La característica del ser humano es fundamentalmente esa, ser “humano”. Esto implica que no somos súper héroes, súper mujeres u hombres o súper papás, somos simplemente eso, humanos, de naturaleza imperfecta y vulnerable. Es esa misma condición la que hace que en muchas ocasiones nos veamos envueltos en situaciones difíciles y adversas, en las que nos sentimos aún más vulnerables e incluso, en las que hacemos daño a otros dentro de esa misma imperfección.
En algún momento y posiblemente sin intención, hemos dañado a otros, por ejemplo, haciendo un comentario sin pensar (conduciendo un auto, omitiendo actos o ignorando al otro), sin asimilarlo al otro lado de la orilla está ese “otro”, un ser humano que recibe aquellos comentarios, se siente ignorado o que ha vivido quizás experiencias adversas y no se detiene a pensar en todo esto; sino que en la mayoría de los casos, trata de evitarlo, de hacerse el de la vista gorda o simplemente no tiene a quien compartirlo y esto lo lleva a un simple “el tiempo lo cura todo”. Es así como escuchamos frecuentemente, después de una ruptura sentimental, un “tranquilo, el tiempo lo cura todo”. Cuando perdemos a un ser querido pensamos que el tiempo lo curará, cuando tenemos un accidente o incluso, cuando hemos sido vulnerados por otros, pensamos lo mismo, “el tiempo lo cura todo”.
A pesar de que sí es posible que con el tiempo las heridas se vuelvan menos dolorosas, también debemos saber que todo aquello que no se maneja y se trabaja en el momento que sucede, puede procesarse en el cerebro como una memoria traumática o disfuncional. Aquel comentario dañino de mi padre, aquella frase vergonzante de mis compañeros del colegio que solían hacerme bullying, ese acto inmaduro de un conocido, aquel abuso, esa muerte, en fin… tantas situaciones que tienen el potencial de dañarnos si las dejamos pasar en el tiempo.
Ahora bien, ¿cómo es posible que dichos momentos adversos puedan seguir haciéndonos daño con el paso del tiempo? Es complejo responder, pero intentaré describirlo lo más claro posible.
Día a día estamos expuestos a múltiples experiencias, buenas y no tan buenas y es en las noches, mientras dormimos, que el cerebro trabaja en su mayor capacidad, enciende sus motores para integrar toda esa información de un hemisferio cerebral a otro y lo hace a través de ciertos movimientos de los ojos, lo cual permite que se consolide el aprendizaje del día y se integren las emociones como simples experiencias. Este proceso permite que cada día seamos más sabios, no nos agobiemos con lo estresante del día y seamos más conscientes de lo que es bueno y no tan bueno para nosotros. Sin embargo, cuando vivimos experiencias negativas de alta carga emocional, es decir, situaciones en las que sentimos miedo intenso, tristeza profunda, angustia, etc., esa emoción impide que el cerebro la procese como un aprendizaje, quedándose bloqueada en alguna parte del camino.
Es por esto que al día siguiente e incluso los días, meses o años posteriores, podamos seguir sintiéndonos incómodos, molestos o seguir experimentando la emoción negativa de ese mismo día. Cuando esto sucede, el sistema interno emocional comienza a generar ciertas defensas protectoras, que evitan que aquellas emociones relacionadas con una situación adversa específica nos dañen, pero como la situación no se integró a nuestro cerebro, se logra un efecto contrario en el que se mantiene el síntoma de forma inconsciente.
Es en el conflicto entre olvidar y recordar un episodio traumático, que aparecen las defensas protectoras y estas pueden ser emocionales o somáticas. Dicho en otras palabras, esas defensas pueden manifestarse como un síntoma físico, por ejemplo, un dolor de cabeza constante, un dolor de hombro, un dolor generalizado o puede convertirse en una enfermedad emocional, una depresión o un miedo recurrente, que derive en una ansiedad. En fin, no me alcanzaría el día para escribir los múltiples ejemplos que finalmente con “el tiempo” solo empeoran.
Gracias a los avances en la salud mental existen varias terapias que pueden ayudar a superar el pasado. Desde la década de los años 80, surge un modelo de terapia psicológica llamado E.M.D.R, que por sus siglas en inglés significa Desensibilización y Reprocesamiento a través del Movimiento Ocular (Eye Movement Desensitization and Reprocessing). Este modelo de terapia funciona basado en el mismo principio cerebral del procesamiento de la información, ayudando a que el cerebro haga lo que sabe hacer, sanarse a sí mismo a través del reprocesamiento de las experiencias adversas.
¿Cómo lo hace?
EMDR permite que la persona regrese a la memoria adversa y la conecte con las emociones y los pensamientos que tiene sobre sí misma, activando aquellos pensamientos más reales, racionales y adaptativos a través del movimiento de los ojos.
En esta terapia la persona descubre por ejemplo que, si bien estuvo en peligro en un momento dado, ya está a salvo; si bien se sintió vulnerable o débil, ahora es fuerte; si bien estuvo indefenso en otro momento, ahora ya puede manejarlo o ya es adulto para defenderse. En resumen, es la forma en la que logramos que nuestro sistema interno vuelva al presente, y se dé cuenta que ya no necesita la emoción negativa ni el dolor físico para poder seguir sobreviviendo.
Iniciar una terapia EMDR es un proceso largo, que implica voluntad, paciencia y adherencia de los pacientes, pues son finalmente ellos quienes logran un cambio a partir de su propio sistema interno. Es importante anotar que, mientras menos tiempo haya pasado entre el episodio adverso o traumático y el inicio de la terapia, más rápido se dará la mejoría y más fácil será el proceso.
Dado que se trata de una terapia compleja que implica activar el funcionamiento cerebral como tal, solo debe realizarse por profesionales de la salud mental (ya sea un psicólogo o un médico psiquiatra) que dedique tiempo y esfuerzo a conocer la terapia, a estudiarla y finalmente a entrenarse con expertos para poder ayudar a la recuperación de la salud mental y física de sus pacientes.
Por lo anterior, durante mi práctica como psiquiatra me he enamorado de este modelo de terapia y hoy en día enfoco a mis pacientes con todo tipo de patologías desde este sistema, lo que ha permitido transformar la enfermedad y el sufrimiento en recuperación, perdón, sanación… en vida.
Dra. Alejandra Gutiérrez
Médica Psiquiatra
Ms. en Terapias psicológicas de tercera generación
Certificada en EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing)