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FIBROMIALGIA ¿EXISTE O NO EXISTE?

La fibromialgia es una enfermedad poco comprendida, porque a su vez no es bien conocida. En nuestro afán médico por ponerle nombre a cada enfermedad, hemos agrupado una serie de síntomas o criterios que llamamos, en una enfermedad denominada fibromialgia. De ahí, que nos hemos quedado enredados en su manejo, pues si no es clara la enfermedad, de donde va a partir su tratamiento?

Al día de hoy, varios médicos y así lo reportan artículos recientes, no creen que la fibromialgia exista, consideran otros, que se trata de una enfermedad mental, entre otras apreciaciones, que finalmente no ayudan a la persona que sufre, quien hace lo posible para que le crean que tiene dolor, para que no la tachen de mentirosa o manipuladora o quien sabe de qué otra cosa más.

Por lo mismo, no me quedaré discutiendo o queriendo convencer a nadie si la fibromialgia existe o no, si hay un tratamiento, si es un invento de la industria, etc. Quisiera compartir mi apreciación acerca de ese conjunto de síntomas llamados fibromialgia.

Con el paso de los años, en la medida que dejamos a un lado a ese pequeño que sólo se ocupa de divertirse, de ser feliz, nos vamos ocupando de seguir unos lineamientos o reglas dirigidas por la norma; nos envuelven en rutinas que activan nuestro piloto automático, nos llevan a tomar elecciones donde la decisión está comprometida por presiones directas o indirectas, nos vamos quedando atados a un pasado de resentimientos o culpas, nos vamos llenando de miedo o ansiedad por un futuro que no existe, entre muchos otros detalles que van llenando nuestra vida de cosas que incluso no queríamos que pasaran; pero como no nos detuvimos a evaluar nuestra vida, simplemente pasaron. Es producto también, de la falta de atención.

Vivir, dejando que la vida pase por encima nuestro puede ser sencillo, pero a la hora de evaluar si es la vida que queríamos vivir, podemos llevarnos sorpresas.

Todo lo anterior, va generando cargas emocionales que, no drenadas adecuadamente, va acumulando toxinas existenciales. Así mismo, cuando no prestamos atención a nuestro interior, no detectamos la alta carga de estrés desbordado, llamado distrés, que va llevando a nuestro cerebro a funcionar de un modo diferente, que a su vez, genera producción elevada de sustancias que, mantenidas crónicamente y a niveles altos, llevan a generar enfermedades. Una de estas sustancias es el cortisol.

Siguiendo en la suma de factores que desencadenan enfermedad, le agregamos la carga tóxica que la alimentación no saludable e industrializada genera, no son más que comestibles no nutritivos, que aumentan el trabajo de desintoxicación a nuestro hígado. Para completar la acumulación de sustancias nocivas, sumamos las ambientales que son difícilmente modificables y las generadas por consumo de sustancias nocivas, habitualmente de manera recreativa.

Así las cosas, hemos venido sobrecargando nuestro sistema de limpieza y desintoxicación y no le ayudamos con el ejercicio regular tanto físico como mental, de modo que los resultados de todos estos factores no se dejan esperar.

Se empieza como un efecto dominó, a afectar uno a uno nuestros sistemas, presentando por ejemplo compromiso del sistema inmune y nos volvemos más susceptibles a infecciones y tumores; del sistema gastrointestinal y ya no toleramos muchos alimentos, como también se afecta la frecuencia con la que debemos eliminar nuestros desechos, los cuales, al permanecer más tiempo de lo que deberían, aumentan aún más la carga tóxica interior. Se afecta nuestro sistema neurológico y ya no nos acordamos de muchas cosas; ya no apetece hacer actividades que antes se disfrutaban y se viene con esto, ansiedad y depresión. Nuestro regulador del umbral del dolor falla y empezamos a sentir dolores desbordados, en estructuras corporales que pueden estar por demás sanas. Sin embargo, esa carga tóxica interior, va generando inflamación crónica de bajo grado, poco evidente o perceptible incluso en exámenes de laboratorio de rutina que habitualmente salen “normales” y que poco a poco va minando nuestro cuerpo y se presentan así, manifestaciones inflamatorias evidentes, migratorias e intermitentes. Las células empiezan a vivir en un ambiente inflamado, intoxicado y no encuentran sus nutrientes esenciales, se genera mayor desgaste, se adelanta el envejecimiento celular y la gasolina se va acabando.

En ese momento de desgaste, pueden ser cada vez más evidentes estas alteraciones en nuestros sistemas y pueden presentarse síntomas o signos como caída del cabello, dolores de cabeza frecuentes, sensación de debilidad en el cuerpo o de calambres, la comida ya no sabe igual, hay intolerancia al sol, se pueden presentar brotes o piquiña en el cuerpo, orinadera frecuente, dolor en la boca del estómago y muchas más.

A estas alturas del desgaste, ya ni se le presta atención a todos estos llamados de atención que hace nuestro cuerpo, sino, el dolor es lo único que inquieta, pues posiblemente es el síntoma más desgastante y que genera esa sensación de no poder con la vida.

¿Que nos faltó?. O quizás, ¿qué nos sobró?. Se requiere buscar un equilibrio. No entrar en pánico porque ya no se puede comer nada, porque todo tiene hormonas o está lleno de insecticidas y venenos, o que ni siquiera se puede salir a la calle por el ambiente contaminado. Tampoco, esa no es la idea. La vida no es de extremos. Hay que recordar que algo puede o no ser veneno, dependiendo de la dosis.

Entonces, cómo buscar ese equilibrio?. La respuesta no es sencilla, pues cada uno es un mundo y lo que para unos funciona, quizá para otros no. No hay una receta, se debe buscar la propia.

Para las personas que padecen de fibromialgia, pensar en que se pueden aliviar cambiando sus estilos de vida, suena a una utopía. Han pasado por manos de múltiples tratamientos y profesionales y no han encontrado respuesta. Yo tampoco tengo la fórmula mágica. Lo que sí tengo claro, es que en la medida en que mejores tu calidad de vida, te relaciones mejor con tu alimentación, con tu cuerpo y con tu mente, estarás más cerca de tener esa respuesta. Se deben ir adquiriendo herramientas, quizás de múltiples fuentes, que fortalezcan tu espiritualidad, tu capacidad de decisión, tu autoestima, tu capacidad de decir no, tu resiliencia, tu amabilidad, tu atención y por supuesto tu felicidad.

Te invito a que busques esas herramientas, hay personas dispuestas a ayudarte. Explora diferentes opciones y sigue la que tu corazón te indique, déjate llevar por ese soplo mágico en el que algunos creemos que nos lleva a dar ese salto de fe o simplemente por ese universo, tierra, luna, energía divina o en lo que creas, que te impulsa a salir de ese piloto automático. Estás aquí para ser feliz. El alivio del dolor irá llegando y de la mano de un apoyo médico y profesional adecuado con una mirada esperanzadora, se puede ir más allá del camino farmacológico habitual. Así, se facilita el control de síntomas, optimización y puesta a punto ese cuerpo, para dejarlo en sintonía con esa mente que quiere y pide un cambio ya!

Si te ha gustado esta reflexión, compártela, seguro a alguien le pueda ayudar.

William Joaquí
Médico Anestesiólogo.
Especialista en Medicina del Dolor.
Máster en Manejo Avanzado del Dolor.
Cofundador de cuerpo&mente. Humanizando el Alivio del Dolor. Una mirada integrativa y funcional al alivio; con un equipo interdisciplinario para el tratamiento o acompañamiento del cuerpo y la mente.
Torre médica Intermédica. Consultorio 1603.
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williamjoaqui@cuerpoymente.com.co

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