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FIBROMIALGIA: MÁS ALLÁ DEL DOLOR FÍSICO

Inicialmente, cuando se habla acerca de la fibromialgia, se debe tener claro el concepto de dolor que, según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor [IASP] es una experiencia sensorial y emocional displacentera que se encuentra asociada al daño tisular actual o potencial, o descrita como la ocasionada por dicha lesión. El dolor es concebido como una experiencia subjetiva y un proceso multidimensional, puesto que repercute tanto en el componente sensorial como en el aspecto emocional, psicológico y social.

Según algunos autores expertos en el tema, la percepción del dolor tiene que ver con la orientación atencional a la sensación dolorosa y su fuente, lo que implica diferentes procesos psicológicos, como la evaluación cognitiva del significado de la sensación junto con aspectos psicofisiológicos, reacciones en el comportamiento y la expresión emocional subyacente, principalmente sentimientos de ira, tristeza y miedo, sin embargo, es importante tener en cuenta que todo esto depende de la percepción cognitiva del dolor. Generalmente, personas que padecen fibromialgia, se ha observado que presentan algunos errores de la mente que pueden influir en dicha percepción cognitiva del dolor, éstas son: catastrofización, es decir, percibir  cada situación como un desastre; visión de túnel, como si la situación en si misma sólo tuviera una salida y no exisitieran alternativas; generalización, es decir, concluir o llegar a reglas generales a partir de incidentes aislados; y filtro mental, atender y resaltar sólo algunos detalles o eventos negativos, perdiendo de vista todo el contexto, concluyendo sobre la base de ese detalle o aspecto único.

De manera que, un proceso de enfermedad crónico, como lo es la fibromialgia, impacta en el ser humano más allá que en el aspecto físico, influye en la percepción de sí mismo, posición en el mundo, ejecusión de las actividades de la vida diaria, estilo de vida, relaciones interpersonales, desempeño laboral y en los canales de comunicación y expresión emocional.

Existen habilidades de afrontamiento paliativo, todas aquellas estrategias que contribuyen a mitigar el malestar producido por una situación cuyo grado de adversidad o amenaza es sostenida y de difícil control, éstas son: toma de perspectiva, se le presenta al paciente un panorama donde su dolor no siempre se encontrará en la máxima intensidad; uso adecuado del apoyo social y la expresión adecuada de los afectos. Frecuentemente, para muchas personas se les es más fácil detectar imágenes visuales que pensamientos asociados a sensaciones de dolor; para ello, se utilizan técnicas basadas en la imaginación, se evoca una situación particular y el terapeuta pregunta al paciente por los emociones y conductas que lo acompañan, luego se realiza un cambio de pensamientos ante la misma situación y se pregunta por los emoción y conductas nuevas que se producen (Ruiz, Díaz & Villalobos, 2012).

La Psicología juega un papel fundamental a nivel de control del dolor, puesto que, mediante la implementación de estrategias cognitivo conductuales y el manejo del malestar emocional asociado, disminuyen la percepción de éste y brindan al paciente control personal y emocional a través de la modificación de las evaluaciones cognitivas, aumento el locus de control interno y la regulación del malestar emocional asociado. Un ejemplo de ello son las técnicas de distracción basadas en el cambio del foco atencional, como la desviación de la atención, encargadas de reducir las activaciones con relación al dolor en la corteza somatosensorial, tálamo e ínsula principalmente (Ruiz., et al, 2012).

Es de vital importancia acompañar al paciente en su proceso de enfermedad y control de síntomas de dolor que, como se expresó inicialmente, es concebido como un proceso multidimensional, asociado a aspectos fisiológicos, psicológicos, emocionales, sociales y espirituales. En todo lo relacionado con el dolor de un paciente, la psicología ha velado por el bienestar integral, contribuyendo a la modificación de aspectos cognitivos para generar mayor control personal y disminuir el malestar emocional asociado al dolor, la identificación y fortalecimiento de redes de apoyo, las cuales generan mecanismos que disminuyen la sensación de impotencia y sensación de dolor de estos pacientes, aumento de las expectativas de ocurrencia de una conducta en una situación de dolor, como las técnicas de distracción, que ayuda a menguar la percepción de éste.

REFERENCIAS

Garllad, E. (2012). Pain processing in the human nervous system: A selective review of nociceptive and biobehavioral pathways. Clinics in Office Practice , 39(3), 561-571.

Ruiz, Díaz & Villalobos (2012). Manual de técnicas de intervención cognitivo conductuales. Bilbao: Desclée.

Juliana Suárez Cardona
Psicóloga Especialista en Cuidados Paliativos – UPB
Integrante del equipo Cuerpo & Mente
juliana.suarez.cardona@gmail.com

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