Por: Dr. Guillermo Forero González.
Médico Ortopedista – Traumatólogo, Sub – Especialista en cirugía de rodilla y Medicina Deportiva C&M.
En los primeros de mis estudios de medicina, me decían mis profesores que debería tener empatía con mis pacientes; jamás imaginé en esos años, lo que eso realmente significaría para el resto de mi vida, en mi práctica médica. Escuchar decir a un paciente frases como: “Doctor, con sólo saludarlo, ya se siente uno mejor”… eso, eso no tiene precio.
El arte médico es tal cual, TODO UN ARTE; la atención al paciente parte de un REAL INTERES por ese ser humano que está confiando su vida al médico. Pero para que se pueda desarrollar esa mágica conexión, los primeros segundos de ese encuentro, determinarán el éxito o el insuceso de esa atención médica. Por eso, no podrá ser algo disimulado, no podrá tener una sonrisa falsa; la atención debe ser con el “corazón” en la mano: la mayor de las sonrisas, un cordial saludo, un mirar directamente a los ojos, un firme estrechar de las manos, serán un buen preludio.
Pero este es solo el comienzo; se deberá mantener durante toda la consulta ese alto estándar de hacer sentir al paciente cómo debe ser; el centro de atención de ese encuentro. Debemos volcar todo nuestro conocimiento al servicio del paciente y esto no significa hacer y pedir todo lo que el paciente quiera; significa ayudarlo desde el punto de vista científico, brindando un ambiente de calidez durante toda la consulta. Como es cuestión de comportamiento, de decisión, uno puede optar por que esa sea la única forma de hacerlo, hasta que se vuelve un hábito.
En una conferencia a la que asistí recientemente, comentaba el expositor que en nuestra función como médicos no conseguiremos siempre curar, que muchas veces estaremos expuestos a situaciones que no tendrán cura; sin embargo, la experiencia me ha enseñado que, SÍ está a nuestro alcance pretender que, con nuestra intervención, el paciente obtenga como resultado una mejor experiencia de vida, y ese deberá ser el objetivo de nuestro quehacer. Por lo tanto, en ese sentido, manejar el dolor en todas sus facetas debe ser absolutamente aspiracional.