Por: Psicóloga Juliana Suárez.
Especialista en Cuidados Paliativos C&M.
Todos los seres humanos están conformados por dos aspectos fundamentales a partir de los cuales se moviliza la experiencia de vida, el primero es el físico o corporal y el segundo es el emocional. Resulta bastante complicado abordarlos de manera individual, dado que el resultado de la fusión entre estos dos aspectos le permite al hombre interpretarse a si mismo, a los otros y al ambiente. Para algunos autores, las emociones son herramientas que preparan a la persona para enfrentar diferentes situaciones de la vida diaria; se activan cuando el organismo detecta algún peligro, amenaza o desequilibrio, con el fin de poner en marcha los recursos a su alcance para afrontar las situaciones.
Debido a la complejidad de estas, en la literatura se describe que las emociones se dividen en dos grandes grupos: las emociones primarias y emociones segundarias. Las primeras, son las que ayudan al ser humano a enfrentar las situaciones de la vida diaria y favorecen a la supervivencia; según Elkman, psicólogo estadounidense éstas son: tristeza, miedo, rabia, alegría, sorpresa y asco. Por otro lado, las emociones secundarias, están mediadas por cogniciones o pensamientos subyacentes a la emoción primaria; son aprendidas, mentales y no cumplen una función biológica adaptativa, las cuales son: depresión, ansiedad, irritabilidad, euforia, asombro y repugnancia.
En los seres humanos, durante el proceso de adaptación en la vida cotidiana, se desarrollan habilidades para el control emocional; por esta razón es inevitable sentirnos mal o bien frente a un acontecimiento particular. Este proceso tiene como objetivo aprender a expresar las emociones de forma adecuada, por ejemplo, ante una ruptura amorosa o la aparición de un proceso de enfermedad, inicialmente es importante que la persona logre expresar, identificar emociones y a partir de ello, manejarlas de manera positiva para mantener un equilibrio o funcionamiento apropiado.
Dezin en 1984, plantea que las emociones son una experiencia corporal, viva, veraz y transitoria, que impregna el flujo de conciencia de una persona percibida desde el interior y recorriendo el cuerpo, que, durante el transcurso de su vivencia, sume a la persona y a sus acompañantes en una realidad nueva y transformada.
El dolor es transversal, esto quiere decir, que impacta el aspecto emocional, físico, social y espiritual, no solo de manera individual, sino colectiva; por lo tanto, también afecta a las personas que están alrededor de quien lo padece. Las emociones ejercen un impacto en la percepción y la sensación del dolor, por ejemplo, la experiencia de dolor es diferente cuando una persona está triste a cuando cursa con un afecto irritable.
Es precisamente en este momento en donde los profesionales en salud mental, favorecen el manejo emocional a partir de la creacion de un espacio donde las personas pueden pensar en si mismas, y encontrar estrategias de afrontamiento adecuadas, promoviendo las técnicas no farmacológicas del manejo del dolor y generando un abordaje integral, contribuyendo al manejo interdisciplinario del proceso de enfermedad.